Cuba, por su posición geográfica y características insulares, no tiene marcadas las estaciones del año, como ocurre en otras latitudes. Gracias a algunas especies de la flora podemos tener indicios del florecimiento que anuncia la primavera y de la caída de las hojas que identifica al otoño, pero los cubanos solo “tenemos” verano e invierno.
Los meses de transición entre ambas estaciones presentan características “mezcladas” que pueden variar ligeramente entre un año y otro, haciendo que predominen más o menos una de ellas.
En su pronóstico mensual, el Instituto de Meteorología prevé que el mes de abril de 2025 sea más seco de lo habitual en toda Cuba. Las temperaturas máximas estarán dentro del rango normal, pero los valores mínimos sí tendrán un comportamiento por encima de los valores promedio. Nos recuerda en esa misma publicación que en abril la temperatura media se eleva respecto a los meses precedentes, lo que nos dejará todavía con algunas noches frías, pero nos da “a probar” un poco del calor del verano.
Precisamente, y aunque resulte paradójico, es un mes de gran estabilidad, pero con condiciones meteorológicas cambiantes. Y es uno de esos en que vemos una mayor floración de alergias y otras reacciones ante “los cambios de tiempo”.
Estas reacciones biológicas son producidas por los cambios en las variables meteorológicas, sobre todo de temperatura, humedad, presión atmosférica y del viento, este último en un doble papel de ser el mecanismo de transporte de sustancias contaminantes. Hay que aclarar que sustancias contaminantes son aquellas que no forman parte de la composición normal de la atmósfera. Entre ellas podemos señalar el humo, el polvo, el que a su vez puede estar formado por compuesto de origen mineral, pero también biológico, como bacterias, hongos etc., además de otros completamente biológicos como el polen.
Hay personas que por algún padecimiento son mucho más sensibles a estos cambios en el tiempo, a tal punto que son capaces de predecir su ocurrencia con una exactitud que quisieran los modelos de pronóstico más sofisticados tener.
Vamos a suponer una de estas situaciones de cambio típicas de este momento del año.
En el caso de los frentes fríos los vientos previos tienden a ser del sur por un periodo prolongado, arrastrando sustancias que no son “locales”, además que de producir un aumento en la humedad y las temperaturas, acompañado de un descenso de la presión atmosférica. Con la llegada del frente frío pueden ocurrir lluvias, que elevan los valores de humedad al máximo, para luego dar paso a “un aire más seco y fresco”. Esta nueva masa de aire viene acompañada también de material proveniente de otras latitudes, que recordemos puede ser biológico.
Cada una de esas fases puede generar efectos en las personas, aquellos que padecen afecciones del sistema osteomuscular son sensibles a los cambios en la humedad y temperatura, percibiendo molestias y hasta dolor en aquellas zonas del cuerpo afectadas.
Estos efectos pueden ser la consecuencia de la dilatación y contracción de tendones y ligamentos, con el aumento y descenso de las temperaturas, además la posible acción de la presión atmosférica. Se ha observado que tanto la variación combinada de temperatura y presión, sobre todo ante valores bajos de la primera variable, pueden alterar la viscosidad del líquido sinovial, cuya función es lubricar las articulaciones y actuar de amortiguador ante posibles traumatismos o roces en ellas.
Es decir que el organismo va reaccionando a cambios previos a la situación en sí, lo que permite a ciertas personas “predecirlos”.
Pusimos como ejemplo un caso que estos procesos pueden ocurrir durante varias horas e incluso días, pero no es nada raro que en estos meses, en la madrugada y el amanecer, predominen las bajas temperaturas, para luego dar paso a un día de verano, que puede llegar a ser hasta cálido. Este ciclo diario se revierte con la puesta del Sol y volvemos a tener que necesitar abrigos. Es decir, en pocas horas hay cambios notables en esas variables, lo que también tiene efectos en nosotros.
Por otro lado hablamos de estos cambios en el flujo del aire, que además de las variaciones en la humedad ya mencionada, traen consigo este “intercambio” de aire con componentes de otras zonas que dispara las alergias respiratorias. Esta situación en algunos países llega a ser peligrosa por el gran transporte de sustancias y contaminantes que ocurre al paso de sistemas meteorológicos.
Hay casos extremos en que las bajas temperaturas (muy bajas) pueden por sí mismas disparar reacciones alérgicas en la piel, en zonas del cuerpo expuestas.
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