El planeta Tierra funciona como una inmensa máquina de reciclaje, bajo un régimen de interacción global. Los procesos naturales movilizan sustancias sólidas, líquidas y gaseosas desde la estratósfera hasta el núcleo terrestre, dando lugar a una renovación constante de su estructura y composición.
Como se observa en el documento adjunto http://redciencia.cu/uploads/2023-ITURRALDE-Planeta%20globalizado.pdf, los componentes de nuestro planeta están estrechamente interconectados, de manera que un evento singular que ocurra en el cosmos, la atmósfera, la biósfera, la hidrósfera, o en el interior de la Tierra, puede tener repercusión a muchos kilómetros de distancia, darle la vuelta al mundo, bajar a las mayores profundidades bajo el mar o en el interior de la Tierra, elevarse más allá de la atmósfera y provocar transformaciones impensables. Sin darnos cuentas, la realidad es que habitamos en un sistema abierto, interdependiente, cuya evolución depende de infinidad de factores que no podemos controlar, a pesar de nuestros avances científicos y tecnológicos.
A cuenta de estos procesos durante millones de años se ha forjado la composición y estructura de todos los componentes geólogo-geográficos (cosmos, atmósfera, hidrósfera, biósfera, litósfera e interior terrestre), hasta alcanzar sus características actuales y así continuaría evolucionando si no fuera por la aparición de la especie humana. Esta es posiblemente la única especie biológica que haya logrado colonizar y modificar una porción importante de la superficie emergida y parte de la inundada, y que además cuenta con una enorme capacidad de transformación del entorno. Muchos han sido los inventos humanos que nos han permitido interactuar con el medio, modificándolo para bien o para mal, pero entre todos ellos hay uno que se distingue por su capacidad para terminar con la vida humana, y en su caída, con muchas otras especies: la basura.
En sus inicios, los humanos formaban parte del ciclo biológico, pues extraían sustancias del medio para alimentarse y devolvían los productos de su metabolismo y las partes no consumidas. Todos ellos, componentes orgánicos que se transformaban y asimilaban por al ambiente. Pero en algún momento el desarrollo de la sociedad dio lugar a que surgieran producciones que se pueden categorizar como basura, incluidos: equipos metálicos, conservas, envoltorios, y una pléyade de objetos industriales que no se integraban al entorno con “naturalidad”, pues están dotados por una larga vida “inútil”. A esto se añade la extracción de sustancias del subsuelo, no pocas de ellas incompatibles con la vida, más la creación y síntesis de compuestos químico-físicos extremadamente dañinos, desde las drogas hasta las armas de exterminio masivo de humanos, entre muchos otros inventos.
Si se sumara toda esa basura que ha producido y sigue produciendo nuestra especie, que ni me atrevo a estimar su volumen y peligrosidad, sin dudas superaría a cualquier otro tipo de producciones humanas o biológicas en general. En estos tiempos los desperdicios se esconden en el interior de la Tierra, forman parte de la composición de la atmósfera, la hidrósfera, la biósfera, y se acumula en el entorno espacial, incluidas la Luna, Venus y Marte, y estamos enviado basura más allá de nuestra galaxia.
Quizás el problema más pernicioso, es cuando los componentes que hemos inventado se incorporan al ciclo biológico, transformando la esencia misma de la vida, alterando el ARN y el ADN, y la capacidad de las células para reproducirse y metabolizar sanamente. Hoy día también hablamos de “especies exóticas invasoras” para referirnos a las plagas y entidades biológicas no deseadas, por lo general acarreadas de un lugar a otro por transportes humanos, incluidos virus y bacterias, que se dispersan con gran velocidad y eficiencia, y diseñamos tecnologías no siempre “limpias” para combatirlas.
Pero lo más triste es cuando, al final del camino, hayamos generado una categoría perversa, resultante del más destructor de los productos biológicos: el pensamiento irracional, el odio y el desprecio; una de las creaciones más humanas de todas, que convierten en enemigos despreciables, a seres que en principio, son nuestros congéneres
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